CREANDO CULTURA

  Los Impala producidos hasta este momento, y en especial los de 1964 para atrás, se convertirían en la columna vertebral de un movimiento que llevaba gestándose desde los años 50, pero que finalmente definió su propia identidad y tuvo un enorme boom en los años 70: los lowriders. Debido al diseño de sus chasises, y a sus enormes y planas carrocerías, los Impala se convirtieron en los favoritos de los cholos y chicanos adeptos a este movimiento para integrar las dos características más definitorias de esta tendencia: las suspensiones neumáticas y los enormes y complejos murales, que al principio contenían patrones muy similares a los de la pintura de los ‘customs’ regulares, otro tipo de autos modificados, pero que con el paso del tiempo adoptaron la aerografía de motivos mexicanos y chicanos como una característica casi obligatoria.

En especial, el Impala de 1964 se convirtió en el coche representante del movimiento lowrider por excelencia, luego de que en 1974 Jessy Valadez realizara uno de los autos más influyentes de la historia: el ‘Gypsy Rose’, un ’64 con murales a los costados, en el cofre, cajuela y toldo, que contenían más de 100 rosas pintadas a mano. Este auto llevó la cultura lowrider a las masas tras aparecer en el ‘opening’ del programa de TV ‘Chico and the Man’ por más de 4 años, y sentó las bases que seguirían prácticamente todos los lowriders que vinieron después, en todo el mundo




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